Gabinete Psicopedagógico


Ante las rabietas... mucha serenidad y comprensión



                                                                                      GEMA LENDOIRO
El  psicólogo Ramón Soler explica cómo actuar


Son las ocho de la mañana, a las 8 y cuarto como tarde tienes que salir de casa para llevar a tu hijo de 3 años al colegio y, a continuación, estar clavada en una reunión a las 9 con unos clientes. Pero, de repente, todo se tuerce por una rabieta. El niño no se quiere vestir, no atiende a razones, llora y tú no sabes qué hacer. Y lo peor, terminas gritándole con lo que el cuadro empeora todavía más.
Son muchos los motivos por los que los niños entre los 2 y los 4 años tienen rabietas, es su manera de expresar su disconformidad. Hay muchas maneras de tratarlas aunque no todas son las más respetuosas con el niño. Ramón Soler, psicólogo y director de la revista online mente libre y uno de los expertos colaboradores de laPedagogía Blanca está acostumbrado a tratar en consulta estos temas.
—¿Por qué casi todos los niños tienen rabietas entre los dos y los cuatro años?
—Alrededor de los 2-3 años de edad, los seres humanos dejamos nuestra etapa de bebés, pasamos a ser niños y comenzamos a ser más autónomos y conscientes de nuestra individualidad (aunque por años aún dependeremos para nuestra supervivencia de la ayuda y apoyo de nuestros mayores). A esta edad, ya podemos caminar, comer con nuestras propias manos y comunicarnos, de forma rudimentaria, con las personas que nos rodean. En estos momentos, los niños comprenden que tienen sus propios deseos y necesidades, diferentes a los de sus padres, comienzan a expresar sus opiniones, a comunicar lo que les gusta o lo que no, lo que quieren o no quieren hacer, y esto, en muchas ocasiones, al no coincidir con los propósitos de los padres, acaba convirtiéndose en fuente de enfrentamientos y tensiones.
—Algunos expertos recomiendan ignorar al niño cuando tiene esa rabieta. ¿Eso es bueno?
—Este proceder, centrado en el adulto, además de no prestar atención a las verdaderas necesidades de los pequeños, les ocasiona frustración, rabia contenida y una profunda sensación de incomprensión y de abandono.
—¿Cómo actuar, entonces?
—Para tratar de comprender lo que realmente les sucede a nuestros hijos cuando sufren una de estas explosiones de enfado debemos bajar de nuestro pedestal de adultos y ponernos en su lugar. Tenemos que entenderlas como frustraciones que los niños no saben expresar debido a su inmadurez y su aún escasa experiencia en este mundo. De hecho, la propia palabra “rabieta” posee una connotación negativa que nos hace ver al niño como caprichoso y manipulador, cuando lo que en realidad le está sucediendo es que no se siente cómodo o está enfadado con algo y aún no tiene las herramientas suficientes para poder comunicarlo.
—También se escucha mucho: «lo hacen para llamar la atención».
—Nuestro hijo no es un enemigo que nos quiera fastidiar, ni es alguien contra quien tengamos que estar en constante lucha. Los niños no se oponen al adulto por el placer de llevarles la contraria, simplemente, desde su autonomía recién adquirida, están expresando sus necesidades, sentimientos y deseos, que pueden o no, coincidir con los nuestros. El comprender que nuestro hijo piensa por sí mismo, sabe lo que quiere y lo demuestra de la mejor forma que puede, nos será de gran ayuda a la hora de abordar los conflictos del día a día.
—¿Resolver estos «conflictos» resuelve muchas situaciones futuras?
—Para que nuestros hijos se conviertan en adultos equilibrados que sepan comunicar sus necesidades y defenderse de las injusticias deberán sentirse acompañados y respetados de pequeños cuando expresen sus opiniones y sus deseos, aunque sean diferentes a los nuestros. Como padres, tenemos la responsabilidad de ofrecerles las herramientas necesarias para manejarse de manera equilibrada cuando sean adultos y, para conseguirlo, no debemos ignorarles y forzarles a comportarse como nosotros decidamos, sino acompañarles, escucharles y ofrecerles alternativas cuando no les sea, o nos sea, posible cumplir con sus expectativas.

Pautas de actuación

—Anticiparnos para poder evitar situaciones conflictivas.
Todos sabemos que hay lugares más comprometidos que otros (la cola del supermercado, el quiosco de la esquina, etc.). Como adultos, podemos prever estas situaciones y tratar de evitarlas. Si mamá sale con el niño del súper mientras papá paga y recoge la compra (o viceversa) o si evitamos pasar delante de la juguetería, estaremos ahorrándonos disgustos innecesarios.
—Detectar las señales previas.
Un niño no pasa de cero a cien en un segundo. Antes de que se desencadene el conflicto hay unas señales que nos pueden indicar que nuestro hijo no está de acuerdo con algo y se está enfadando. Si les prestamos atención, seguro que detectamos un pequeño gesto de desagrado o un «no me gusta».
—Entender sus deseos. Ponernos en su lugar.
Debemos tener muy presente que la forma de comprender la realidad de los niños es muy diferente a la de los adultos. Donde nosotros vemos una habitación desordenada, ellos ven su propio orden, su propia disposición de las cosas.
—Flexibilidad ¿de verdad no puede ser?
Muy relacionado con el punto anterior. Los padres tenemos que distinguir las cosas que son realmente importantes de las que son más secundarias. Muchas veces, les llenamos la vida de normas y límites que no tienen verdadero sentido práctico y que es fuente de frustración para los pequeños.
Los niños deben tener y entender unas mínimas normas de seguridad (los cuchillos cortan), convivencia (si grito por la noche, puedo molestar a otros) y respeto a los demás (si le pego a otro, le duele), pero más allá de estos límites mínimos, los niños necesitan margen para experimentar, disfrutar y expandir sus mentes.
—Favorecer la comunicación. Verbalizar lo que le pasa.
Uno de los ámbitos en el que tenemos que incidir para minimizar las explosiones de enfado de los niños es en la comunicación. Desde muy pequeñitos, podemos potenciar cualquier manera de comunicación (gestos, palabras sencillas). Si nuestro hijo es capaz de expresar cosas como«no me gusta» o «me estoy enfadando», cuando llegue a los 2-3 años, nos será mucho más fácil comprender lo que quiere y poder hablar con él cuando no sea posible concedérselo. Cuanto mejor pueda explicar tu hijo lo que le pasa o lo que le enfada, más fácilmente podréis buscar una solución que satisfaga a todos.
Háblale con calma, con un tono sereno, explícale los motivos por los que no puede hacer lo que quiere en ese momento: «sé que quieres seguir montando en bicicleta, pero se ha hecho de noche, mamá está muy cansada y tenemos que ir a casa». Además, de esta forma, él se sentirá respetado y aprenderá a tratar con respeto a las demás personas.
—Ofrecer alternativas si no puede ser.
Hay momentos en los que no podemos complacer a nuestros hijos, no por crearles frustración a propósito, sino porque la vida tiene sus propias limitaciones y no siempre podemos hacer lo que queremos.
Siempre hay que tener un «plan B». Debemos tener en mente una relación de las actividades y los juegos favoritos de nuestros hijos para poder ofrecerles una alternativa cuando no podamos darle lo que pide. Correr, dar volteretas, cosquillas, etc. En general, cualquier actividad que implique jugar con papá o mamá es mano de santo. Cualquier niño prefiere jugar con sus papás antes que una chuchería.
—El cansancio es un gran enemigo.
Cuando estamos cansados somos más irascibles; nos pasa a los adultos y, también a los pequeños de la casa. Desde el punto de vista de un niño, existen situaciones muy aburridas o cansadas (comprar en el supermercado o un viaje en coche). Si unimos cansancio y aburrimiento, el conflicto puede surgir en cualquier momento. Nosotros somos los que mejor conocemos a nuestros hijos y tenemos que saber reconocer cuándo están cansados y cuándo es momento de retirarse a descansar.
Los adultos también tenemos momentos de agotamiento en los que nos es más difícil dialogar y estar calmados con nuestros hijos. No temas pedir ayuda, túrnate con tu pareja, busca apoyo en familiares o amigos para no llegar a situaciones de cansancio extremo.
—Calma, respira. Recuerda que tú eres el adulto.
Hay situaciones muy complicadas que nos pueden llevar al límite de nuestro aguante. En esos momentos, debemos hacer una pausa, respirar profundo varias veces y, si te es posible, pedir un pequeño relevo para recuperar la calma. En caso de conflicto, si nosotros también nos tensamos, entraremos en una espiral de muy difícil solución.
Recuerda, siempre: debes tener presente que tú eres el adulto y el modelo principal para tus hijos. Tu manera de manejar estas situaciones sentará las bases de la forma cómo ellos resolverán sus conflictos cuando sean adultos. Si han sido tratados con respeto, ellos crecerán más equilibrados, sabrán defenderse y expresar sus opiniones.





PADRES E HIJOS

¿A qué edad puede ir tu hijo solo al colegio, trepar a un árbol o manejar cuchillos?


Así debes enseñar a tus hijos a afrontar sus primeros riesgos en la vida




   FOTOLIA
Una parte del mundo sobreprotege en exceso a los niños, arruinando así el innato sentido de la exploración típico de la infancia. Hay iniciativas, escuelas y experiencias que estimulan a los niños a experimentar, asumiendo así sus propios riesgos físicos. Pero dónde está el límite entre enfrentarse a un riesgo controlado y un peligro que puede causar un gran daño. «El niño tiene que caer y aprender a levantarse», defiende Laura Aut, psicóloga infantil de ISEP Clínic Barcelona. Así se evitan niños sumisos y miedosos, adolescentes que se rigen por la ley del mínimo esfuerzo y adultos con baja tolerancia a la frustración. «Cuando les sobreprotegemos les enviamos estos mensajes: no serás capaz de hacerlo, no lo intentes porque fracasarás...», argumenta la psicóloga.
No se trata de dejarles solos a su suerte. «El niño tiene que experimentar de las dificultades y riesgos que le vayan surgiendo, pero siempre desde la base segura que le proporcionan los cuidadores», recomienda. Se les debe advertir de los peligros, pero no desde el miedo del adulto. «Tenemos que explicar que el peligro real existe, lo que le puede pasar si se enfrenta a él, todo en un lenguaje sencillo y sin exagerar las consecuencias». Estas son sus recomendaciones para comenzar a dar la oportunidad a los hijos de enfrentarse a sus propios riesgos:

1. ¿Cuando dejarle solo en casa?
A los 7 u 8 años, los niños ya pueden quedarse solos en casa. Pero todo dependen de la madurez de cada niño. Lo que está claro es quesi se niega, no hay que obligarle.
Las primeras veces será un corto periodo de tiempo (unos diez minutos). Nunca hay que olvidar: explicarle que no debe abrir la puerta a extraños, tendrá tareas programadas (una película, merienda...), evitar que acceda a internet, tendrá apuntados los números de teléfono de las personas a las que puede llamar si ocurre algo, informarle del tiempo aproximado que el adulto estará fuera y llamarle para saber cómo se encuentra. Poco a poco podrá estar solo durante todo el día, pero nunca por la noche hasta los trece años.

2. ¿A qué edad debe ir solo al colegio?
No solo dependen de la edad del niño, sino también de la distancia entre cole y casa, de la zona donde viva y del tráfico que exista. Lo ideal es que vaya solo al cole entre los 10 y 11 años. Es preferible que lo hagan en grupo.
3. ¿Cuándo puede ir solo al parque sin un adulto?
Con once años ya puede estar con su grupo de amigos solos en el parque, pero con unas pautas: no más de 30 minutos, no deben hablar con extraños, nunca debe quedarse solo (siempre con sus amigos) y los padres deben saber con qué amigos está y en qué parque.
4. ¿Puede escalar árboles con tres años?
Nunca se incitará al niño a ello, pero si él quiere hay que dejarle no estando muy lejos por si demanda ayuda.
5. ¿Cuándo dejarle manipular cuchillos y tijeras?
Primero experimentará jugando con cuchillos para niños que no cortan y con tijeras de punta redondeaba. Una vez que los use de forma adecuada se le puede ir introduciendo en el material real pero siempre con supervisión de un adulto.




¿Es difícil educar a los niños? 

Instrucciones de uso: método y serenidad


¿Estamos preparados para ser padres? El instinto natural no es suficiente, la tarea resulta mucho más difícil y ardua de lo que se puede imaginar, pero tampoco hay que agobiarse. La psicóloga Rocío Ramos-Paúl, Supernanny, desvela técnicas y métodos para afrontar la educación de los niños
EFE/Emilio Naranjo

Los niños y su comportamiento son todo un mundo, pero el manual “Niños: instrucciones de uso”, de los expertos en psicología clínica Rocío Ramos-Paúl y Luis Torres aglutina todas y cada una de las enseñanzas que Supernanny utiliza en su programa de televisión, además de detallar los procesos y problemáticas de los pequeños según su edad.
Las prisas, deberes y responsabilidades nos acucian, pero el tiempo que les debemos dedicar a los hijos también es esencial. Para ellos y para nosotros. Enfrentarnos a la educación de los niños de una forma serena es la clave para la convivencia en el hogar. ¿El objetivo de estos dos especialistas? Hacer de tu hijo un niño feliz.
Abrimos el libro y nos encontramos con dieciséis capítulos dedicados a los temas que más preocupan a los padres y que están agrupados en cinco bloques: Hábitos, Límites, Tiempo de calidad, Entorno y Escolarización.

1. Hábitos: el orden que necesitan

“La importancia que tiene la instauración de hábitos es que el niño se siente seguro”, afirma Rocío Ramos-Paúl. Un horario y una rutina hacen que los pequeños comiencen a aprender lo que es el orden. Un hábito ha de tener tres pilares fundamentales: misma hora, mismo lugar y misma forma.
Cuando un hábito no se lleva a cabo, lo que ocurre es que los niños no saben lo que tienen por delante a lo largo del día y no pueden predecir nada. Según explica la experta: “Es como cuando un adulto está en una habitación a oscuras y no sabe qué momento del día es, no sabe si va a comer, si tiene que dormir y eso genera mucha ansiedad.”
“Al nacer, los niños no saben lo que es el orden y los adultos tenemos que ayudarlos a organizar su vida a través de actividades que se hacen todos los días de la misma manera, en el mismo lugar y a la misma hora”, dice la psicóloga.
 ¿Cuáles son los primeros hábitos que se adquieren? 
Alimentación, sueño higiene. La higiene es un hábito a través del que los niños aprenden a ser autónomos y a tener un gusto por estar presentables, lo que les ayuda a relacionarse con otros niños.
¿De dónde vienen las manías? Los niños terminan desarrollando miedos y manías difíciles de corregir como consecuencia de que sus hábitos no hayan sido los adecuados.

 2. Los límites son la clave

Que un niño tenga límites es sinónimo de protección. Es necesario que los padres sean conscientes de que ellos son los que tienen que establecer las normas en una casa. “Es muy probable que un niño al que no hayan puesto unos límites termine teniendo un comportamiento agresivo”, asegura Rocío Ramos-Paúl.
La única forma de mantener la disciplina es a base del sistema de premios y castigos. Esto es necesario porque los niños no tienen un chip que les diga lo que está bien y lo que está mal. En torno a los primeros años de vida, esta técnica es muy útil, pero, cuando van creciendo, se pasa a otro tipo de recompensas. La mejora de la convivencia es el objetivo de cumplir unas normas.
“A muchos padres se les olvida que sus hijos han hecho algo bien, pero la actitud positiva hay que premiarla para que la repitan”, explica la especialista.

3. Tiempo de calidad con ellos

Es importante que la autoestima crezca desde que son pequeños y, para esto, el tiempo que los padres pasan con ellos es el secreto. “El niño debe sentir que es lo más importante que ha ocurrido en la vida de sus padres. Esto se consigue alabando sus logros, conociendo sus intereses, expresándole cuánto se le quiere y disfrutando de su compañía”, cuenta Rocío en su libro.
Pero ¿qué es lo que ocurre cuando el niño cree que puede tomar el control? Hay ocasiones en las que ellos deciden que están por encima de sus padres y que todo lo que quieran les será concedido. Es cierto que pasar tiempo con ellos tiene mucha importancia, pero el premio debe llegar cuando él haya hecho algo correctamente.
“Al final lo que les enseñamos es que no sirve de nada el manejo que está haciendo hacia sus padres. Vamos a estar con ellos cuando hagan las cosas bien: cuando jueguen, estudien, rían o, por ejemplo, cuando coman lo que se les pone. Con esto, los padres tienen que darse cuenta de que no deben preocuparse tanto para que sus hijos no tomen el control de la situación”, apunta Supernanny.

4. El entorno: fuente de su comportamiento

En los últimos años se han producido muchos cambios sociales que han afectado a la estructura familiar y que los padres asocian a una fuerte sensación de preocupación e incertidumbre. Estos no hacen más que encontrar dificultades por todas partes y se sienten desorientados cuando tienen que tomar una decisión en situaciones de cambio.
Todo sucede mucho más rápido hoy en día, con lo que los padres tienen que estar preparados para servir de ejemplo para sus hijos. “Los cambios son inevitables y el estrés que provocan es el mismo en adultos que en los niños, pero ellos, como nosotros, normalmente acaban adaptándose”, señala Rocío Ramos-Paúl.
¿Qué hay que hacer ante un cambio? Cuando le ofrecemos un modelo de conducta al niño, le estamos dando una forma de afrontar una nueva situación.
“Un adulto tiene que enfrentarse a lo largo de su vida a cambios importantes y, si de pequeño aprendió a hacerlo bien, será más fácil”, añade la psicóloga.

5. La escuela o segunda casa

EFE/J.M. Aragón

Es el lugar donde los pequeños se comienzan a relacionar con otros niños. Ellos aprenden a través de lo que ven en los demás. “Si vemos que el niño se pone nervioso a la hora de hablar con algún amigo que se encuentra por la calle, es fundamental no forzar la situación, ya que él necesita su tiempo para aprender a hacerlo, pero si puede ser muy útil practicar con él en casa”, explica la especialista.
¿Estudio con él o no? Es cierto que, cuando comienza a estudiar, al niño que ya viene con buenos hábitos de alimentación y de higiene le cuesta menos hacerse con una rutina de estudio. “A la hora de llevar a cabo sus tareas del colegio y, a medida que avanza la edad, el tiempo que le deben dedicar aumenta”, afirma Ramos-Paúl.
Tenemos que ayudarles a organizar su tiempo y estar a su disposición por si tienen dudas.








PADRES E HIJOS

Los siete pecados capitales que sobreprotegen a los hijos


M. J. PÉREZ-BARCO / MADRID

Tratarles como «colegas», no hacer que se esfuercen... Sin querer los padres cometen errores que debilitan a los hijos ante la vida


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La sobreprotección de los padres no ayuda a la hora de fortalecer y preparar a los hijos para la vida. Muchos progenitores quieren mantener a los niños lejos de los peligros de un entorno en continuo cambio y revolucionado por las nuevas tecnologías, o bien no saben marcarles pautas porque se sienten culpables o con mala conciencia por no dedicar más tiempo a los hijos. La conocida psicóloga Álava Reyes dice que los padres tienen buenas intenciones, «nunca estuvieron tan preocupados por la educación, pero nunca han estado tan despistados». De todas formas, tampoco ayuda un sistema escolar que no premia el esfuerzo y donde las normas y límites no están perfectamente establecidos; una sociedad consumista, a pesar de la crisis, donde no se da valor a las cosas ni a las personas... Todo ha influido, según esta experta, en esta nueva generación de niños que adolece de inteligencia emocional. Un mensaje que defiende y argumenta en su libro «La buena educación», del que es también coautora Susana Aldecoa, profesora y directora del Colegio Estilo de Madrid.

Para ayudar a los padres en esta difícil labor de la educación, Álava Reyes sugiere una serie de errores en los que nunca hay que caer. De esta forma, considera que podremos hacer de nuestros hijos unas personas más preparadas para afrontar la vida.

1. No tiene sentido intentar comprar a los hijos, sobre todo tras una separación o divorcio, poniéndose de su parte y diciéndoles a todo «sí», dejando que el otro progenitor lleve toda la carga educativa.

2. No somos los colegas de nuestros hijos, somos sus padres.

3. No hagamos que el mundo gire en torno a nuestros hijos, porque se darán el batacazo.

4. No intente razonar con su hijo en medio de una discusión. Demuéstrele su capacidad de autocontrol y no baje a su nivel de impulsividad.

5. Los adultos no nos estamos adaptando a un entorno tan cambiante como el que viven nuestros hijos. Y estamos dejando que sean ellos, en su inseguridad e impulsividad, quienes marquen los ritmos y pautas. Eso es una condena al fracaso.

6. Los niños tienen que hacer pequeños esfuerzos, trabajos y tareas para empezar a valorar las cosas, el dinero...

7. Si no les enseñamos a saber comunicarse con los demás y saber defenderse de la manipulación no soportarán las críticas, y les haremos más débiles, menos felices y más insatisfechos.


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Diciendo "no" también educamos


 
Eso está bien, aquello está mal, así se hace, así no… nos da la impresión de que los primeros años de nuestros hijos los pasamos señalando todo lo que se puede y, sobre todo, lo que no se puede hacer. Muchos padres tienen la sensación de decir “no” mil veces al día. O, al menos, de tener ganas de decirlo, porque con frecuencia nos frena la inseguridad de prohibir cosas a nuestros hijos. En realidad, poner unos límites claros y razonables es una de las tareas más importantes para que los niños no se conviertan en unos pequeños tiranos. Y cuanto antes, mejor.



La educación de los niños debe tener como objetivo fundamental el desarrollo de personas maduras, responsables y autónomas. Si el afecto, la ternura y la comunicación son instrumentos básicos para conseguir este resultado, no debemos olvidar que imponer unos límites claros y coherentes, aunque sea complicado e ingrato, también es más que necesario.



Normalmente, a los padres nos resulta más fácil o cómodo decir “” a todo aquello que piden los hijos o dejarles hacer lo que quieren, pero decir un “no” a tiempo también es conveniente y necesario. De esta manera, enseñaremos a los niños a interiorizar unas normas y conseguiremos transmitir una disciplina que harán suya desde pequeños hasta que, progresivamente, se responsabilicen de su comportamiento.



Resulta divertido ver cómo desde muy pronto nuestros hijos aprenden a decir “no“. Se niegan a ir a la cama, no quieren lavarse las manos antes de comer, nunca quieren recoger su habitación, mientras que a los padres nos cuesta llevarles la contraria y mantener firmes ciertos criterios. No se trata de ser rígidos e intolerantes, ni de convertirse en unos padres despóticos y autoritarios que siempre se opongan a los deseos de sus hijos, sino de entender la realidad y posibilidades de los pequeños en cada etapa de su desarrollo, mostrándoles convenientemente lo que pueden y no pueden hacer, lo que está permitido y lo que no lo está.


Durante los primeros años el “no” es una manera de frenarlos, de protegerlos, ya que los niños y niñas, llevados por su curiosidad, comienzan muy pronto a explorar su entorno y su afán descubridor puede llevarles a menudo a situaciones peligrosas: poner los dedos en un enchufe, llevarse cosas a la boca, etcétera. Hay que tener en cuenta que, en ese momento, para ellos resulta difícil entender las consecuencias de su acción y olvidan nuestras advertencias. Por eso tenemos la impresión de pasar todo el día con la negativa en los labios.

A partir de los 2 ó 3 años pueden empezar a discriminar entre lo que es posible y lo que está prohibido. A medida que dominan el lenguaje están preparados para entender los motivos de las prohibiciones, por eso es el momento para explicarles por qué no deben acercarse a una estufa encendida o bajarse de una acera y no simplemente decirles “no toques” o “no hagas“.

Nunca resulta fácil decir “no”, ni todas las familias son iguales. Cada una tiene su forma de educar a los hijos pero, aunque a veces y en determinadas edades sea difícil encontrar el término medio entre dejarles hacer y prohibirles, lo más importante es ser coherente y mantener la decisión con los razonamientos más convenientes para cada ocasión. También es normal y lógico cometer algunos errores ya que muchas veces un “no” responde más al estado de ánimo de los padres o a nuestros propios temores que a la situación concreta que se está sancionando.
En estos casos los niños pueden darse cuenta de la arbitrariedad de nuestra decisión e incluso, si son mayores, cuestionarla. Es entonces cuando es preciso hablar con ellos y enseñarles que lospadres, como los hijos, también podemos equivocarnos y, si es necesario, debemos disculparnos asumiendo la equivocación, ya que nadie es perfecto.

Por último, es preciso tener en cuenta que los niños y niñas aprenden mucho imitándonos y observando nuestras actitudes, valores y comportamientos, y, por tanto, éstos deben estar en consonancia con nuestras palabras ya que de otro modo perderán, a sus ojos, todo su sentido.

Lourdes Mantilla Fernández

Psicóloga clínica


 

¡También hago cosas bien!


Nuestros hijos están en formación. Por eso se equivocan. No tienen ni nuestra experiencia ni sus capacidades totalmente desarrolladas. Se deben equivocar.


Y sin darnos cuenta, cada día les recordamos y recriminamos TODAS las veces que se equivocan;a veces incluso les castigamos en lugar de ayudarles a que descubran por qué lo han hecho, estrategias para evitar repetirlo en un futuro…. Y lo más importante, no les decimos las veces que lo han hecho bien.



Te proponemos un experimento de una semana de duración. Haz lo contrario a lo que sueles hacer habitualmente:

1.       Fíjate SOLO en las cosas buenas que hace tu hijo.

2.       Escríbelas en una libreta.

3.       Cada noche, léeselas.



Solo durante una semana. Increíble la sensación de satisfacción de tu hijo, ¿verdad?
Hazlo cada día, durante una semana y observa su cambio de actitud. Con seguridad que notarás cambios positivos.


Y si durante una semana ha ido bien, ¿por qué no hacerlo durante un mes?

Al cabo de poco tiempo, lo harás de manera inconsciente y sin darte cuenta, no solo tu hijocambiará su comportamiento, sino que tú aprenderás a fijarte más en los aspectos positivos de tuhijo, fomentando que estos se repitan con más regularidad y desmotivando los negativos.

 

Para motivar, no hay más secreto que este: fijarse en lo maravilloso que tiene nuestros hijos. ¡Así de sencillo!



Ejemplo


Martes 15. Cosas buenas sobre Carlos:

1.       Se ha levantado con una sonrisa. 

2.       Se ha vestido solo.

3.       No se ha peleado con su hermano cuando éste le ha quitado su tostada.

4.       Ha puesto la mesa sin que se lo dijera yo.

5.       Se ha despedido con un abrazo especial.

6.       He disfrutado mucho hablando con él sobre su día en el colegio.

7.       Me ha gritado pero luego me ha pedido perdón.

8.       Ha sido puntual cuando le he llamado a cenar.

9.       Ha compartido el mando de la televisión sin enfadarse.

10.    No tenía ganas de irse a la cama pero, después de dos avisos, ha obedecido.

11.    Se ha enfadado con Marta pero ha sabido buscar una solución.

12.    Me ha gustado cuando se ha sentado a mi lado a leer.

13.    Se ha acostado con una sonrisa…





Elena Roger Gamir
Pedagoga – Solohijos.com



  





Guía de actuación ante el ciberacoso, del Ministerio de Industria, Energía y Turismo

Aida de Vicente y Susana Villamarín (Extraído de la revista INFOCOP nº64)




El Ministerio de Industria, Energía y Turismo ha presentado la Guía de actuación ante el ciberacoso, con la que pretende proporcionar pautas a padres y educadores para detectar, prevenir y actuar en los casos de ciberacoso o ciberbullying.

Tal y como señala la nota de prensa del Ministerio de Industria, los niños y adolescentes son usuarios intensivos de las nuevas tecnologías desde edades cada vez más tempranas. Según datos de un estudio realizado por el Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación (INTECO) y Fundación Orange, en España, la edad de inicio es de 10 años en el caso de Internet, 11 en el uso del teléfono móvil y 13 en el de teléfonos inteligentes o smartphones. Su rápida entrada en el mundo de las tecnologías los convierte en un colectivo especialmente vulnerable a las situaciones de ciberbullying y otros riesgos asociados a la Red, de tal manera, que, según una encuesta realizada por INTECO, el 5,1% de los padres españoles afirma conocer casos de niños que ejercen ciberacoso sobre su hijo, y un 3,5% reconoce que el menor insulta, amenaza o acosa a otros a través de la Red.

En la elaboración del manual han participado un amplio grupo de expertos, tales como miembros de los Ministerios de Justicia e Interior, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de la universidad, profesionales de la Medicina y la Psicología, así como representantes de asociaciones de padres y madres de alumnos y expertos en Google y redes sociales.

Además de este manual, el Ministerio de Industria ha puesto a disposición del público y de los centros escolares una serie de materiales y recursos educativos (trípticos, pósters en formato cómic, material audiovisual…), con el fin de poner en marcha una campaña de concienciación y actuación contra el ciberacoso infantil, dentro del marco de los planes de la Agenda Digital para España. Asimismo, el Ministerio de Industria está trabajando en la elaboración de protocolos de acción en este ámbito, así como en una campaña de información dirigida especialmente a médicos, jueces y abogados, de tal manera que se garantice una actuación eficaz y coordinada de estos profesionales ante la sospecha de casos de ciberbullying en todo el territorio español.







Activilandia
Activilandia, juegos educativos para fomentar hábitos saludables en niños (artículo de la revista Infocop número 64).

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha creado una multiplataforma accesible a través de Internet, diseñada a informar, educar y motivar hábitos saludables en niños, con la finalidad de prevenir el sobrepeso y la obesidad infantil. 
 
La plataforma, denominada Activilandia, reconstruye un parque de atracciones virtual, dirigido a niños y niñas entre 6 y 12 años, que está dividido en varias áreas temáticas en las que los niños pueden realizar juegos, escuchar música, ver vídeos y aprender sobre diferentes contenidos que promuevan una alimentación saludable, la actividad física variada, el ocio activo, el reconocimiento y la expresión de emociones o la estimulación cognitiva, entre otros.

 
 
En total, el parque virtual contiene nueve atracciones didácticas, así como la posibilidad de participar en un concurso sobre la creación dd una nueva atracción para el parque.
Esta herramienta resulta de gran utilidad para inculcar hábitos saludables en sus hijos.
 
Se puede acceder a la plataforma virtual en http://www.activilandia.es/



Aspectos positivos de acudir al parque con nuestros hijos


En la mayor parte de barrios existe un parque infantil donde  los niños pueden disfrutar en compañía de sus familiares. Se trata de un lugar privilegiado para  aprovechar el tiempo de ocio con nuestros hijos. 

La primera ventaja del parque es que se trata de un espacio de  juego y disfrute. Ambas cosas son necesarias para el desarrollo emocional de nuestros hijos. La experiencia de disfrutar y pasárselo bien hace que su autoestima sea más positiva, aumenta la creatividad de nuestros hijos  y  su desarrollo integral.  
Además, es un entorno de estimulación de la psicomotricidad ya que, entre otras actividades, el niño sube y baja escaleras,  corre,  mantiene el equilibrio… 
La actitud paterna que se recomienda mantener es dejar que ellos sean quienes decidan en qué participan, jugando en aquellos espacios en los que se sientan seguro. No obstante, resulta interesante animarles y ayudarles a jugar, subir o bajar de determinadas atracciones para que vayan ganando seguridad en si mismos. 

En relación al desarrollo del lenguaje, es un elemento fundamental para estimular, tanto el lenguaje como la comunicación entre iguales, concretamente, comprender a los demás y hacerse entender, interaccionar entre ellos, etc. En este entorno, la  comunicación se basa en el juego y no presentan las mismas facilidades que cuando está entre personas conocidas. Dentro del área comunicativa,  las habilidades sociales son las estrategias que los niños utilizan para la relación con los demás. En el parque, deben utilizar y desarrollar habilidades para relacionarse con otros niños: pedir jugar con un niño, resolver pequeños conflictos, proponer juegos, hacer cumplidos... Todo ello, en un contexto menos organizado que lo que puede ser el recreo de un colegio. El rol de las familias debe ser el de aportar pequeñas orientaciones para relacionarse más que intervenir y solucionar los problemas por nuestros hijos. Así mismo, fomentamos su autonomía e independencia, siendo ellos quien ejercen un papel más activo en la resolución de problemas, aunque les demos la seguridad con nuestra presencia y observaciones. 

Por otro lado, la conducta, las normas y los límites, son aspectos que a todas las familias preocupa. En el parque, los niños aprenden a respetar e interiorizar normas básicas de  relación social: guardar los turnos, ponerse en fila, respetar  los tiempos de uso de las atracciones, respetar a los demás niños, mantener la limpieza, compartir, la cooperación y la empatía, pero aprende también la competición, la envidia, los celos, la rivalidad, la existencia lógica de conflictos entre iguales, etc. Si el niño presenta problemas de comportamiento, precisamente es un  buen lugar para manejar su conducta. Si se porta mal, hay  que corregirlo, llamarle la atención, regañarle si  es  necesario… En el parque, podemos utilizar la técnica de “tiempo  fuera” o la “silla de pensar”. Es un lugar muy eficaz para  hacerlo. Si el niño muestra un mal comportamiento le  podemos decir que se siente en el banco con nosotros  tantos minutos como años tenga. Después se le manda a  jugar de nuevo. 

Por último, reforzar que en un ambiente de estas características, el niño puede afrontar los pequeños retos que le plantea el conocimiento progresivo del medio, superar las frustraciones que van surgiendo, relacionarse positivamente con los demás, y así aprender y desarrollarse, creciendo de forma integral. Es decir, en sus relaciones es donde se va a modelar su personalidad, el sentimiento de su propia identidad, la visión de sí mismo, de los demás y del mundo. 


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