Ante las rabietas... mucha serenidad y comprensión
GEMA
LENDOIRO
El psicólogo Ramón Soler explica cómo actuar
Son las ocho de la mañana, a las 8 y cuarto como tarde tienes
que salir de casa para llevar a tu hijo de 3 años al colegio y, a continuación,
estar clavada en una reunión a las 9 con unos clientes. Pero, de repente, todo se tuerce por una
rabieta. El niño no se quiere vestir, no atiende a razones, llora y tú no
sabes qué hacer. Y lo peor, terminas gritándole con lo que el cuadro empeora
todavía más.
Son muchos los motivos por los que los niños entre los 2 y los 4
años tienen rabietas, es su manera de expresar su disconformidad. Hay muchas
maneras de tratarlas aunque no todas son las más respetuosas con el niño. Ramón Soler, psicólogo y
director de la revista online mente libre y uno de los expertos colaboradores
de laPedagogía Blanca está
acostumbrado a tratar en consulta estos temas.
—¿Por qué casi todos los niños tienen
rabietas entre los dos y los cuatro años?
—Alrededor de los 2-3 años de edad,
los seres humanos dejamos nuestra etapa de bebés, pasamos a ser niños y
comenzamos a ser más autónomos y conscientes de nuestra individualidad (aunque
por años aún dependeremos para nuestra supervivencia de la ayuda y apoyo de
nuestros mayores). A esta edad, ya podemos caminar, comer con nuestras propias
manos y comunicarnos, de forma rudimentaria, con las personas que nos rodean.
En estos momentos, los niños comprenden que tienen sus propios deseos y
necesidades, diferentes a los de sus padres, comienzan a expresar sus
opiniones, a comunicar lo que les gusta o lo que no, lo que quieren o no
quieren hacer, y esto, en muchas ocasiones, al no coincidir con los propósitos
de los padres, acaba convirtiéndose en fuente de enfrentamientos y tensiones.
—Algunos expertos recomiendan ignorar
al niño cuando tiene esa rabieta. ¿Eso es bueno?
—Este proceder, centrado en el
adulto, además de no prestar atención a las verdaderas necesidades de los
pequeños, les ocasiona frustración, rabia contenida y una profunda sensación de
incomprensión y de abandono.
—¿Cómo actuar, entonces?
—Para tratar de comprender lo que
realmente les sucede a nuestros hijos cuando sufren una de estas explosiones de
enfado debemos bajar de nuestro pedestal de adultos y ponernos en su lugar.
Tenemos que entenderlas como frustraciones que los niños no saben expresar
debido a su inmadurez y su aún escasa experiencia en este mundo. De hecho, la
propia palabra “rabieta” posee una connotación negativa que nos hace ver al
niño como caprichoso y manipulador, cuando lo que en realidad le está
sucediendo es que no se siente cómodo o está enfadado con algo y aún no tiene
las herramientas suficientes para poder comunicarlo.
—También se escucha mucho: «lo hacen
para llamar la atención».
—Nuestro hijo no es un enemigo que
nos quiera fastidiar, ni es alguien contra quien tengamos que estar en
constante lucha. Los niños no se oponen al adulto por el placer de llevarles la
contraria, simplemente, desde su autonomía recién adquirida, están expresando
sus necesidades, sentimientos y deseos, que pueden o no, coincidir con los
nuestros. El comprender que nuestro hijo piensa por sí mismo, sabe lo que
quiere y lo demuestra de la mejor forma que puede, nos será de gran ayuda a la
hora de abordar los conflictos del día a día.
—¿Resolver estos «conflictos»
resuelve muchas situaciones futuras?
—Para que nuestros hijos se
conviertan en adultos equilibrados que sepan comunicar sus necesidades y
defenderse de las injusticias deberán sentirse acompañados y respetados de
pequeños cuando expresen sus opiniones y sus deseos, aunque sean diferentes a
los nuestros. Como padres, tenemos la responsabilidad de ofrecerles las
herramientas necesarias para manejarse de manera equilibrada cuando sean
adultos y, para conseguirlo, no debemos ignorarles y forzarles a comportarse
como nosotros decidamos, sino acompañarles, escucharles y ofrecerles
alternativas cuando no les sea, o nos sea, posible cumplir con sus
expectativas.
Pautas de actuación
—Anticiparnos
para poder evitar situaciones conflictivas.
Todos sabemos que
hay lugares más comprometidos que otros (la cola del supermercado, el quiosco
de la esquina, etc.). Como adultos, podemos prever estas situaciones y tratar
de evitarlas. Si mamá sale con el niño del súper mientras papá paga y recoge la
compra (o viceversa) o si evitamos pasar delante de la juguetería, estaremos
ahorrándonos disgustos innecesarios.
—Detectar las
señales previas.
Un niño no pasa de
cero a cien en un segundo. Antes de que se desencadene el conflicto hay unas
señales que nos pueden indicar que nuestro hijo no está de acuerdo con algo y
se está enfadando. Si les prestamos atención, seguro que detectamos un pequeño
gesto de desagrado o un «no me gusta».
—Entender sus
deseos. Ponernos en su lugar.
Debemos tener muy
presente que la forma de comprender la realidad de los niños es muy diferente a
la de los adultos. Donde nosotros vemos una habitación desordenada, ellos ven
su propio orden, su propia disposición de las cosas.
—Flexibilidad
¿de verdad no puede ser?
Muy relacionado con
el punto anterior. Los padres tenemos que distinguir las cosas que son
realmente importantes de las que son más secundarias. Muchas veces, les
llenamos la vida de normas y límites que no tienen verdadero sentido práctico y
que es fuente de frustración para los pequeños.
Los niños deben
tener y entender unas mínimas normas de seguridad (los cuchillos cortan),
convivencia (si grito por la noche, puedo molestar a otros) y respeto a los
demás (si le pego a otro, le duele), pero más allá de estos límites mínimos,
los niños necesitan margen para experimentar, disfrutar y expandir sus mentes.
—Favorecer la
comunicación. Verbalizar lo que le pasa.
Uno de los ámbitos
en el que tenemos que incidir para minimizar las explosiones de enfado de los
niños es en la comunicación. Desde muy pequeñitos, podemos potenciar cualquier
manera de comunicación (gestos, palabras sencillas). Si nuestro hijo es capaz
de expresar cosas como«no me gusta» o «me estoy enfadando», cuando llegue a los
2-3 años, nos será mucho más fácil comprender lo que quiere y poder hablar con
él cuando no sea posible concedérselo. Cuanto mejor pueda explicar tu hijo lo
que le pasa o lo que le enfada, más fácilmente podréis buscar una solución que
satisfaga a todos.
Háblale con calma,
con un tono sereno, explícale los motivos por los que no puede hacer lo que
quiere en ese momento: «sé que quieres seguir montando en bicicleta, pero se ha
hecho de noche, mamá está muy cansada y tenemos que ir a casa». Además, de esta
forma, él se sentirá respetado y aprenderá a tratar con respeto a las demás
personas.
—Ofrecer
alternativas si no puede ser.
Hay momentos en los
que no podemos complacer a nuestros hijos, no por crearles frustración a
propósito, sino porque la vida tiene sus propias limitaciones y no siempre
podemos hacer lo que queremos.
Siempre hay que
tener un «plan B». Debemos tener en mente una relación de las actividades y los
juegos favoritos de nuestros hijos para poder ofrecerles una alternativa cuando
no podamos darle lo que pide. Correr, dar volteretas, cosquillas, etc. En
general, cualquier actividad que implique jugar con papá o mamá es mano de
santo. Cualquier niño prefiere jugar con sus papás antes que una chuchería.
—El cansancio es
un gran enemigo.
Cuando estamos
cansados somos más irascibles; nos pasa a los adultos y, también a los pequeños
de la casa. Desde el punto de vista de un niño, existen situaciones muy
aburridas o cansadas (comprar en el supermercado o un viaje en coche). Si
unimos cansancio y aburrimiento, el conflicto puede surgir en cualquier
momento. Nosotros somos los que mejor conocemos a nuestros hijos y tenemos que
saber reconocer cuándo están cansados y cuándo es momento de retirarse a
descansar.
Los adultos también
tenemos momentos de agotamiento en los que nos es más difícil dialogar y estar
calmados con nuestros hijos. No temas pedir ayuda, túrnate con tu pareja, busca
apoyo en familiares o amigos para no llegar a situaciones de cansancio extremo.
—Calma, respira.
Recuerda que tú eres el adulto.
Hay situaciones muy
complicadas que nos pueden llevar al límite de nuestro aguante. En esos
momentos, debemos hacer una pausa, respirar profundo varias veces y, si te es
posible, pedir un pequeño relevo para recuperar la calma. En caso de conflicto,
si nosotros también nos tensamos, entraremos en una espiral de muy difícil
solución.
Recuerda, siempre:
debes tener presente que tú eres el adulto y el modelo principal para tus
hijos. Tu manera de manejar estas situaciones sentará las bases de la forma
cómo ellos resolverán sus conflictos cuando sean adultos. Si han sido tratados
con respeto, ellos crecerán más equilibrados, sabrán defenderse y expresar sus
opiniones.
PADRES
E HIJOS
¿A qué edad puede ir
tu hijo solo al colegio, trepar a un árbol o manejar cuchillos?
Así
debes enseñar a tus hijos a afrontar sus primeros riesgos en la vida
FOTOLIA
Una parte del mundo sobreprotege en exceso a los niños,
arruinando así el innato sentido de la exploración típico de la infancia. Hay
iniciativas, escuelas y experiencias que estimulan a los niños a experimentar,
asumiendo así sus propios riesgos físicos. Pero dónde está el límite entre
enfrentarse a un riesgo controlado y un peligro que puede causar un gran daño. «El niño tiene que caer y aprender
a levantarse», defiende Laura Aut, psicóloga infantil
de ISEP
Clínic Barcelona. Así
se evitan niños sumisos y miedosos, adolescentes que se rigen por la ley del
mínimo esfuerzo y adultos con baja tolerancia a la frustración. «Cuando les
sobreprotegemos les enviamos estos mensajes: no serás capaz de hacerlo, no lo
intentes porque fracasarás...», argumenta la psicóloga.
No se trata de dejarles solos a su suerte. «El niño tiene
que experimentar de las dificultades y riesgos que le vayan surgiendo, pero siempre desde la base segura que le
proporcionan los cuidadores», recomienda.
Se les debe advertir de los peligros, pero no desde el miedo del adulto.
«Tenemos que explicar que el peligro real existe, lo que le puede pasar si se
enfrenta a él, todo en un lenguaje sencillo y sin exagerar las consecuencias».
Estas son sus recomendaciones para comenzar a dar la oportunidad a los hijos de
enfrentarse a sus propios riesgos:
1. ¿Cuando
dejarle solo en casa?
A los 7 u 8 años, los niños ya pueden quedarse solos en
casa. Pero todo dependen de la madurez de cada niño. Lo que está claro es quesi
se niega, no hay que obligarle.
Las primeras veces será un corto periodo de tiempo (unos diez minutos). Nunca hay que
olvidar: explicarle que no debe abrir la puerta a extraños, tendrá tareas
programadas (una película,
merienda...), evitar que acceda a internet, tendrá apuntados los números de
teléfono de las personas a las que puede llamar si ocurre algo, informarle del
tiempo aproximado que el adulto estará fuera y llamarle para saber cómo se
encuentra. Poco a poco podrá estar solo durante todo el día, pero nunca por la
noche hasta los trece años.
2. ¿A qué
edad debe ir solo al colegio?
No solo
dependen de la edad del niño, sino también de la distancia entre cole y casa,
de la zona donde viva y del tráfico que exista. Lo ideal es que vaya solo al
cole entre los 10 y 11 años. Es preferible que lo hagan en grupo.
3. ¿Cuándo
puede ir solo al parque sin un adulto?
Con once años
ya puede estar con su grupo de amigos solos en el parque, pero con unas pautas:
no más de 30 minutos, no deben hablar con extraños, nunca debe quedarse solo
(siempre con sus amigos) y los padres deben saber con qué amigos está y en qué
parque.
4. ¿Puede
escalar árboles con tres años?
Nunca se
incitará al niño a ello, pero si él quiere hay que dejarle no estando muy lejos
por si demanda ayuda.
5. ¿Cuándo
dejarle manipular cuchillos y tijeras?
Primero
experimentará jugando con cuchillos para niños que no cortan y con tijeras de
punta redondeaba. Una vez que los use de forma adecuada se le puede ir
introduciendo en el material real pero siempre con supervisión de un adulto.
¿Es difícil educar a los niños?
Instrucciones de uso: método y serenidad
¿Estamos
preparados para ser padres? El instinto natural no es suficiente, la tarea
resulta mucho más difícil y ardua de lo que se puede imaginar, pero tampoco hay
que agobiarse. La psicóloga Rocío Ramos-Paúl, Supernanny, desvela técnicas y
métodos para afrontar la educación de los niños
EFE/Emilio Naranjo
Los
niños y su comportamiento son todo un mundo, pero el manual “Niños:
instrucciones de uso”, de los expertos en psicología clínica
Rocío Ramos-Paúl y Luis Torres aglutina todas y cada una de las enseñanzas que
Supernanny utiliza en su programa de televisión, además de detallar los
procesos y problemáticas de los pequeños según su edad.
Las prisas, deberes y responsabilidades nos
acucian, pero el tiempo que les debemos dedicar a los hijos también es
esencial. Para ellos y para nosotros. Enfrentarnos a la educación de los niños
de una forma serena es la clave para la convivencia en el hogar. ¿El objetivo
de estos dos especialistas? Hacer de tu hijo un niño feliz.
Abrimos
el libro y nos encontramos con dieciséis capítulos dedicados a los temas que
más preocupan a los padres y que están agrupados en cinco bloques: Hábitos, Límites, Tiempo de calidad, Entorno y Escolarización.
1. Hábitos: el orden que necesitan
“La
importancia que tiene la instauración de hábitos es que el niño se siente
seguro”, afirma Rocío Ramos-Paúl. Un horario y una rutina hacen que los pequeños comiencen a
aprender lo que es el orden. Un hábito ha de tener tres pilares fundamentales:
misma hora, mismo lugar y misma forma.
Cuando un hábito no se lleva a cabo, lo que
ocurre es que los niños no saben lo que tienen por delante a lo largo del día y
no pueden predecir nada. Según explica la experta: “Es como cuando un
adulto está en una habitación a oscuras y no sabe qué momento del día es, no
sabe si va a comer, si tiene que dormir y eso genera mucha ansiedad.”
“Al
nacer, los niños no saben lo que es el orden y los adultos tenemos que
ayudarlos a organizar su vida a través de actividades que se hacen todos los
días de la misma manera, en el mismo lugar y a la misma hora”, dice la
psicóloga.
¿Cuáles son los primeros hábitos que se adquieren?
Alimentación, sueño e higiene. La
higiene es un hábito a través del que los niños aprenden a ser autónomos y a
tener un gusto por estar presentables, lo que les ayuda a relacionarse con
otros niños.
¿De dónde vienen las manías? Los niños terminan desarrollando miedos y manías
difíciles de corregir como consecuencia de que sus hábitos no hayan sido los
adecuados.
2. Los límites son la clave
Que
un niño tenga límites es sinónimo de protección. Es necesario que los padres
sean conscientes de que ellos son los que tienen que establecer las normas en
una casa. “Es muy probable que un niño al que no hayan puesto unos límites
termine teniendo un comportamiento agresivo”, asegura Rocío
Ramos-Paúl.
La
única forma de mantener la disciplina es a base del sistema de premios y
castigos. Esto es necesario porque los niños no tienen un chip que les
diga lo que está bien y lo que está mal. En torno a los primeros años de vida, esta técnica es muy útil, pero,
cuando van creciendo, se pasa a otro tipo de recompensas. La mejora de la
convivencia es el objetivo de cumplir unas normas.
“A
muchos padres se les olvida que sus hijos han hecho algo bien, pero la actitud
positiva hay que premiarla para que la repitan”, explica la especialista.
3. Tiempo de calidad con ellos
Es importante que la autoestima crezca desde
que son pequeños y, para esto, el tiempo que los padres pasan con ellos es el
secreto. “El niño debe sentir que es lo más importante que ha ocurrido en la
vida de sus padres. Esto se consigue alabando sus logros, conociendo sus
intereses, expresándole cuánto se le quiere y disfrutando de su compañía”,
cuenta Rocío en su libro.
Pero ¿qué es lo que ocurre cuando el niño cree que puede tomar el
control? Hay ocasiones en las que ellos deciden que
están por encima de sus padres y que todo lo que quieran les será concedido. Es
cierto que pasar tiempo con ellos tiene mucha importancia, pero el premio debe
llegar cuando él haya hecho algo correctamente.
“Al final lo que les enseñamos es que no
sirve de nada el manejo que está haciendo hacia sus padres. Vamos a estar con
ellos cuando hagan las cosas bien: cuando jueguen, estudien, rían o, por
ejemplo, cuando coman lo que se les pone. Con esto, los padres tienen que darse
cuenta de que no deben preocuparse tanto para que sus hijos no tomen el control
de la situación”, apunta Supernanny.
4. El entorno: fuente de su
comportamiento
En
los últimos años se han producido muchos cambios sociales que
han afectado a la estructura familiar y que los padres asocian a una fuerte
sensación de preocupación e incertidumbre. Estos no hacen más que encontrar
dificultades por todas partes y se sienten desorientados cuando tienen que
tomar una decisión en situaciones de cambio.
Todo sucede mucho más rápido hoy en día, con
lo que los padres tienen que estar preparados para servir de ejemplo para sus
hijos. “Los cambios son inevitables y el estrés que provocan es el mismo en
adultos que en los niños, pero ellos, como nosotros, normalmente acaban
adaptándose”, señala Rocío Ramos-Paúl.
¿Qué hay que hacer ante un cambio? Cuando le ofrecemos un modelo de conducta al niño, le
estamos dando una forma de afrontar una nueva situación.
“Un
adulto tiene que enfrentarse a lo largo de su vida a cambios importantes y, si
de pequeño aprendió a hacerlo bien, será más fácil”, añade la psicóloga.
5. La escuela o segunda casa
EFE/J.M. Aragón
Es el lugar donde los pequeños se comienzan
a relacionar con otros niños. Ellos aprenden a través de lo que ven en los
demás. “Si vemos que el niño se pone nervioso a la hora de hablar con algún
amigo que se encuentra por la calle, es fundamental no forzar la situación, ya
que él necesita su tiempo para aprender a hacerlo, pero si puede ser muy útil
practicar con él en casa”, explica la especialista.
¿Estudio con él o no? Es cierto que, cuando comienza a estudiar, al niño que
ya viene con buenos hábitos de alimentación y de higiene le cuesta menos
hacerse con una rutina de estudio. “A la hora de llevar a cabo sus tareas del
colegio y, a medida que avanza la edad, el tiempo que le deben dedicar
aumenta”, afirma Ramos-Paúl.
Tenemos
que ayudarles a organizar su tiempo y estar a su disposición por si tienen
dudas.
PADRES E HIJOS
Los siete pecados capitales que sobreprotegen a los hijos
M. J. PÉREZ-BARCO / MADRID
Tratarles como «colegas», no hacer que se esfuercen... Sin
querer los padres cometen errores que debilitan a los hijos ante la vida
FOTOLIA
La sobreprotección de los padres no ayuda a la hora
de fortalecer y preparar a los hijos para la vida. Muchos progenitores quieren
mantener a los niños lejos de los peligros de un entorno en continuo cambio y
revolucionado por las nuevas tecnologías, o bien no saben marcarles pautas
porque se sienten culpables o con mala conciencia por no dedicar más tiempo a
los hijos. La conocida psicóloga
Álava Reyes dice que los padres tienen buenas intenciones, «nunca estuvieron tan preocupados por
la educación, pero nunca han estado tan despistados». De todas formas, tampoco ayuda un
sistema escolar que no premia el esfuerzo y donde las normas y límites no están
perfectamente establecidos; una sociedad consumista, a pesar de la crisis,
donde no se da valor a las cosas ni a las personas... Todo ha influido, según
esta experta, en esta nueva generación de niños que adolece de inteligencia
emocional. Un mensaje que defiende y argumenta en su libro «La buena educación», del que es también coautora Susana
Aldecoa, profesora y directora del Colegio Estilo de Madrid.
Para
ayudar a los padres en esta difícil labor de la educación, Álava Reyes sugiere
una serie de errores en los que nunca hay que caer. De esta forma, considera
que podremos hacer de nuestros hijos unas personas más preparadas para afrontar
la vida.
1. No
tiene sentido intentar comprar a los hijos, sobre todo tras una separación o
divorcio, poniéndose de su parte y diciéndoles a todo «sí», dejando que el otro
progenitor lleve toda la carga educativa.
2. No
somos los colegas de nuestros hijos, somos sus padres.
3. No
hagamos que el mundo gire en torno a nuestros hijos, porque se darán el batacazo.
4. No
intente razonar con su hijo en medio de una discusión. Demuéstrele su capacidad de
autocontrol y no baje a su nivel de impulsividad.
5. Los adultos no
nos estamos adaptando a un
entorno tan cambiante como el que viven nuestros hijos. Y estamos dejando que
sean ellos, en su inseguridad e impulsividad, quienes marquen los ritmos y
pautas. Eso es una condena al fracaso.
6. Los niños tienen que hacer pequeños esfuerzos, trabajos y tareas para empezar a
valorar las cosas, el dinero...
7. Si no les enseñamos a saber comunicarse con los demás y saber defenderse
de la manipulación no soportarán las críticas, y les haremos más débiles, menos
felices y más insatisfechos.
Diciendo "no" también educamos
Eso está bien, aquello está mal, así se hace, así no… nos da la impresión de que los primeros años de nuestros hijos los pasamos señalando todo lo que se puede y, sobre todo, lo que no se puede hacer. Muchos padres tienen la sensación de decir “no” mil veces al día. O, al menos, de tener ganas de decirlo, porque con frecuencia nos frena la inseguridad de prohibir cosas a nuestros hijos. En realidad, poner unos límites claros y razonables es una de las tareas más importantes para que los niños no se conviertan en unos pequeños tiranos. Y cuanto antes, mejor.
La educación de los niños debe tener como objetivo fundamental
el desarrollo de personas maduras, responsables y autónomas. Si el afecto, la
ternura y la comunicación son instrumentos básicos para conseguir este
resultado, no debemos olvidar que imponer unos límites claros y
coherentes, aunque sea complicado e ingrato, también es más que necesario.
Normalmente, a los padres nos resulta más fácil o cómodo decir “sí” a todo aquello
que piden los hijos o dejarles hacer lo que quieren, pero
decir un “no” a tiempo
también es conveniente y necesario. De esta manera, enseñaremos a los niños a
interiorizar unas normas y conseguiremos transmitir una
disciplina que harán suya desde pequeños hasta que, progresivamente, se
responsabilicen de su comportamiento.
Resulta divertido ver cómo desde muy pronto nuestros hijos aprenden a decir “no“. Se niegan a ir
a la cama, no quieren lavarse las manos antes de comer, nunca quieren recoger
su habitación, mientras que a los padres nos cuesta llevarles la contraria y
mantener firmes ciertos criterios. No se trata de ser rígidos e
intolerantes, ni de convertirse en unos padres despóticos y autoritarios que
siempre se opongan a los deseos de sus hijos, sino de entender la realidad y
posibilidades de los pequeños en cada etapa de su desarrollo, mostrándoles convenientemente
lo que pueden y no pueden hacer, lo que está permitido y lo que no lo está.
Durante los primeros años el “no” es una manera de frenarlos, de
protegerlos, ya que los niños y niñas, llevados por su curiosidad, comienzan
muy pronto a explorar su entorno y su afán descubridor puede llevarles a menudo
a situaciones peligrosas: poner los dedos en un enchufe, llevarse cosas a la
boca, etcétera. Hay que tener en cuenta que, en ese momento, para ellos resulta
difícil entender las consecuencias de su acción y olvidan nuestras
advertencias. Por eso tenemos la impresión de pasar todo el día con la negativa
en los labios.
A partir de los 2 ó 3 años pueden empezar a discriminar entre lo
que es posible y lo que está prohibido. A medida que dominan el lenguaje están
preparados para entender los motivos de las prohibiciones, por eso es el
momento para explicarles por qué no deben acercarse a una estufa encendida o
bajarse de una acera y no simplemente decirles “no
toques” o “no hagas“.
Nunca resulta fácil decir “no”, ni todas las familias son iguales. Cada una tiene su forma
de educar a los hijos pero, aunque a veces y en determinadas
edades sea difícil encontrar el término medio entre dejarles hacer y
prohibirles, lo más importante es ser
coherente y mantener la decisión con los razonamientos más convenientes para
cada ocasión. También es normal y lógico cometer algunos
errores ya que muchas veces un “no” responde más al estado de ánimo de los
padres o a nuestros propios temores que a la situación concreta que se
está sancionando.
En estos casos los niños pueden darse cuenta de la arbitrariedad de nuestra
decisión e incluso, si son mayores, cuestionarla. Es entonces cuando es preciso
hablar con ellos y enseñarles que lospadres,
como los hijos, también podemos equivocarnos y, si es necesario, debemos
disculparnos asumiendo la equivocación, ya que nadie es perfecto.
Por último, es preciso tener en cuenta que
los niños y niñas aprenden mucho imitándonos y observando nuestras actitudes,
valores y comportamientos, y, por tanto, éstos deben estar en consonancia con
nuestras palabras ya que de otro modo perderán, a sus ojos, todo su sentido.
Lourdes Mantilla Fernández
Psicóloga clínica
Publicado en http://www.solohijos.com/
¡También hago cosas bien!
Nuestros hijos están en formación. Por eso se equivocan. No
tienen ni nuestra experiencia ni sus capacidades totalmente desarrolladas. Se deben equivocar.
Y sin darnos cuenta, cada día les recordamos y recriminamos TODAS las veces que se equivocan;a veces incluso les castigamos en lugar de ayudarles a que descubran por qué lo han hecho, estrategias para evitar repetirlo en un futuro…. Y lo más importante, no les decimos las veces que lo han hecho bien.
Te proponemos un experimento de
una semana de duración. Haz lo contrario a lo que sueles hacer habitualmente:
1.
Fíjate SOLO en las
cosas buenas que hace tu hijo.
2.
Escríbelas en una
libreta.
3.
Cada noche,
léeselas.
Solo durante una semana. Increíble la sensación de satisfacción de tu hijo, ¿verdad?
Hazlo cada día, durante una semana y observa su cambio de actitud. Con seguridad que notarás cambios positivos.
Hazlo cada día, durante una semana y observa su cambio de actitud. Con seguridad que notarás cambios positivos.
Y si durante una semana ha ido
bien, ¿por qué no hacerlo durante un mes?
Al cabo de poco tiempo, lo harás de
manera inconsciente y sin darte cuenta, no solo tu hijocambiará su
comportamiento, sino que tú aprenderás a fijarte más en los aspectos positivos
de tuhijo, fomentando que estos se repitan con más
regularidad y desmotivando los
negativos.
Para motivar, no hay más secreto que este: fijarse en lo maravilloso que tiene nuestros hijos. ¡Así de sencillo!
Ejemplo
Martes 15. Cosas buenas sobre Carlos:
1.
Se
ha levantado con una sonrisa.
2.
Se
ha vestido solo.
3.
No
se ha peleado con su hermano cuando éste le ha quitado su tostada.
4.
Ha
puesto la mesa sin que se lo dijera yo.
5.
Se
ha despedido con un abrazo especial.
6.
He
disfrutado mucho hablando con él sobre su día en el colegio.
7.
Me
ha gritado pero luego me ha pedido perdón.
8.
Ha
sido puntual cuando le he llamado a cenar.
9.
Ha
compartido el mando de la televisión sin enfadarse.
10. No tenía ganas de irse a la cama pero, después
de dos avisos, ha obedecido.
11. Se ha enfadado con Marta pero ha sabido buscar
una solución.
12. Me ha gustado cuando se ha sentado a mi lado a
leer.
13. Se ha acostado con una sonrisa…
Elena Roger Gamir
Pedagoga – Solohijos.com
Pedagoga – Solohijos.com
Publicado en http://www.solohijos.com/
Guía de actuación
ante el ciberacoso, del Ministerio de Industria, Energía y Turismo
Aida
de Vicente y Susana Villamarín (Extraído de la revista INFOCOP nº64)
El Ministerio de Industria, Energía y Turismo ha presentado la Guía de actuación ante el
ciberacoso, con la
que pretende proporcionar pautas a padres y educadores para detectar, prevenir
y actuar en los casos de ciberacoso o ciberbullying.
Tal y como señala la nota de prensa del Ministerio de Industria, los niños y adolescentes son
usuarios intensivos de las
nuevas tecnologías desde edades cada vez más tempranas. Según datos de un
estudio realizado por el Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación (INTECO)
y Fundación Orange, en España, la edad de inicio es de 10 años en el caso de
Internet, 11 en el uso del teléfono móvil y 13 en el de teléfonos inteligentes
o smartphones. Su rápida entrada en el mundo de las tecnologías los convierte
en un colectivo especialmente
vulnerable a las situaciones
de ciberbullying y otros riesgos asociados a la Red , de tal manera, que, según una encuesta
realizada por INTECO, el 5,1% de los padres españoles afirma conocer casos de
niños que ejercen ciberacoso sobre su hijo, y un 3,5% reconoce que el menor
insulta, amenaza o acosa a otros a través de la Red.
En la
elaboración del manual han participado un amplio
grupo de expertos, tales como miembros de los Ministerios de Justicia e
Interior, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de la universidad,
profesionales de la Medicina
y la Psicología ,
así como representantes de asociaciones de padres y madres de alumnos y
expertos en Google y redes sociales.
Además de
este manual, el Ministerio de Industria ha puesto a disposición del público y
de los centros escolares una serie
de materiales y recursos educativos (trípticos,
pósters en formato cómic, material audiovisual…), con el fin de poner en marcha
una campaña de concienciación
y actuación contra el ciberacoso infantil, dentro del marco de los planes
de la Agenda Digital
para España. Asimismo, el Ministerio de Industria está trabajando en la elaboración de protocolos de acción en este ámbito, así como en una
campaña de información dirigida especialmente a médicos, jueces y abogados, de
tal manera que se garantice una actuación eficaz y coordinada de estos profesionales
ante la sospecha de casos de ciberbullying en todo el territorio español.
Activilandia
Activilandia, juegos educativos para fomentar hábitos saludables en niños (artículo de la revista Infocop número 64).
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha creado una multiplataforma accesible a través de Internet,
diseñada a informar, educar y motivar hábitos saludables en niños, con la
finalidad de prevenir el sobrepeso y la obesidad infantil.
La plataforma, denominada Activilandia,
reconstruye un parque de atracciones virtual, dirigido a niños y niñas entre 6
y 12 años, que está dividido en varias áreas temáticas en las que los niños
pueden realizar juegos, escuchar música, ver vídeos y aprender sobre diferentes
contenidos que promuevan una alimentación saludable, la actividad física
variada, el ocio activo, el reconocimiento y la expresión de emociones o la
estimulación cognitiva, entre otros.
En total, el parque virtual contiene nueve
atracciones didácticas, así como la posibilidad de participar en un concurso
sobre la creación dd una nueva atracción para el parque.
Esta herramienta resulta de gran utilidad para inculcar hábitos saludables en sus hijos.
Esta herramienta resulta de gran utilidad para inculcar hábitos saludables en sus hijos.
Se puede acceder a la plataforma virtual en http://www.activilandia.es/
Aspectos positivos de acudir al parque con nuestros hijos
En la mayor parte de barrios existe un parque infantil donde los niños pueden disfrutar en compañía de sus familiares. Se trata de un lugar privilegiado para aprovechar el tiempo de ocio con nuestros hijos.
La primera ventaja del parque es que se trata de un espacio de juego y disfrute. Ambas cosas son necesarias para el desarrollo emocional de nuestros hijos. La experiencia de disfrutar y pasárselo bien hace que su autoestima sea más positiva, aumenta la creatividad de nuestros hijos y su desarrollo integral.
Además, es un entorno de estimulación de la psicomotricidad ya que, entre otras actividades, el niño sube y baja escaleras, corre, mantiene el equilibrio…
La actitud paterna que se recomienda mantener es dejar que ellos sean quienes decidan en qué participan, jugando en aquellos espacios en los que se sientan seguro. No obstante, resulta interesante animarles y ayudarles a jugar, subir o bajar de determinadas atracciones para que vayan ganando seguridad en si mismos.
En relación al desarrollo del lenguaje, es un elemento fundamental para estimular, tanto el lenguaje como la comunicación entre iguales, concretamente, comprender a los demás y hacerse entender, interaccionar entre ellos, etc. En este entorno, la comunicación se basa en el juego y no presentan las mismas facilidades que cuando está entre personas conocidas. Dentro del área comunicativa, las habilidades sociales son las estrategias que los niños utilizan para la relación con los demás. En el parque, deben utilizar y desarrollar habilidades para relacionarse con otros niños: pedir jugar con un niño, resolver pequeños conflictos, proponer juegos, hacer cumplidos... Todo ello, en un contexto menos organizado que lo que puede ser el recreo de un colegio. El rol de las familias debe ser el de aportar pequeñas orientaciones para relacionarse más que intervenir y solucionar los problemas por nuestros hijos. Así mismo, fomentamos su autonomía e independencia, siendo ellos quien ejercen un papel más activo en la resolución de problemas, aunque les demos la seguridad con nuestra presencia y observaciones.
Por otro lado, la conducta, las normas y los límites, son aspectos que a todas las familias preocupa. En el parque, los niños aprenden a respetar e interiorizar normas básicas de relación social: guardar los turnos, ponerse en fila, respetar los tiempos de uso de las atracciones, respetar a los demás niños, mantener la limpieza, compartir, la cooperación y la empatía, pero aprende también la competición, la envidia, los celos, la rivalidad, la existencia lógica de conflictos entre iguales, etc. Si el niño presenta problemas de comportamiento, precisamente es un buen lugar para manejar su conducta. Si se porta mal, hay que corregirlo, llamarle la atención, regañarle si es necesario… En el parque, podemos utilizar la técnica de “tiempo fuera” o la “silla de pensar”. Es un lugar muy eficaz para hacerlo. Si el niño muestra un mal comportamiento le podemos decir que se siente en el banco con nosotros tantos minutos como años tenga. Después se le manda a jugar de nuevo.
Por último, reforzar que en un ambiente de estas características, el niño puede afrontar los pequeños retos que le plantea el conocimiento progresivo del medio, superar las frustraciones que van surgiendo, relacionarse positivamente con los demás, y así aprender y desarrollarse, creciendo de forma integral. Es decir, en sus relaciones es donde se va a modelar su personalidad, el sentimiento de su propia identidad, la visión de sí mismo, de los demás y del mundo.
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