REFLEXIÓN FIN DE CURSO
¿Hemos aprovechado el tiempo este curso?
¿Hemos sido buenos estudiantes?
¿Hemos sido buenos compañeros?
¿Hemos sido buenos alumnos, hijos, amigos…?
Ahora no
importa si hemos fallado en algo, si no hemos dado todo de nosotros… pero sí es
muy importante que sepamos aprender de nuestros errores, para que no vuelvan a
repetirse.
No penséis que
no podéis hacer nada con las notas; que no podéis arreglar las cosas con ese
compañero con el que discutisteis hace tiempo, que no podéis mejorar nada de
vuestro alrededor. Cada pensamiento positivo, cada buena intención, y sobre
todo, cada buena acción tiene siempre buenos resultados. Porque no hay mejor
cristiano que el que vive de acuerdo a su fe, que el que demuestra su amor a
Dios amando y respetando a su prójimo.
VISIONADO de
una campaña tailandesa a favor de la bondad humana:
Para vivir las fiestas
del Tiempo Pascual
Día de la madre
Sugerencias pastorales
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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2014
Se
hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9)
Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin
de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo
recordando las palabras de san Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros
con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los
cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de
Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas
palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la
pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?
La gracia de Cristo
Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela
mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la
pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo
eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en
medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”,
para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15).
¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor
divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda
en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es
compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea
igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros.
Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de
hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen
María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros
excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et
spes, 22).
La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí
misma, sino —dice san Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No
se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al
contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica
de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación
desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo
con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús
entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo
hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la
gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de
nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos,
liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos
liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza.
Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3,
8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).
¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos
enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como
el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio
muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da
verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno
de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de
Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con
nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia
infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús
es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento,
buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un
niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su
amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo,
su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías
pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a
enriquecernos con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con
Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos
en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).
Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L.
Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir
como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
Nuestro testimonio
Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús,
mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con
los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios
sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de
Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su
Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través
de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza,
personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.
A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a
mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a
realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con
la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin
esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la
miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que
habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no
es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los
bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones
higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural.
Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para
responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de
la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando
y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos
se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las
violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en
tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero
se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa
de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la
justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.
No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en
convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven
angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia
del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han
perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y
han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta
miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les
priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad
respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria
moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que
también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria
espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su
amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la
mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por
un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.
El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria
espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio
liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que
nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la
comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este
mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de
extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para
consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas
sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de
los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno
de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de
evangelización y promoción humana.
Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma
encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a
cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico,
que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para
abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos
conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La
Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de
qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza.
No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin
esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.
Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero
que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6,
10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la
responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y
agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los
creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino
cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os
guarde.
Vaticano, 26 de diciembre de 2013
Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir
FRANCISCO
El pasado 5 de marzo iniciamos la
Cuaresma con la celebración del Miércoles de Ceniza en la parroquia de San Roque. Fuimos todas las
etapas educativas, excepto bachiller y ciclos que pospusieron la celebración al
lunes siguiente porque estaban en exámenes.
Este año nos propusimos vivir la
Cuaresma de un modo diferente y, para ello, partimos del mensaje del Santo
Padre Francisco en el cual resaltaba lo siguiente: “Se hizo pobre para
enriquecernos con su pobreza” (cfr. 2 Cor 8, 9).
El amor de Dios crea igualdad
entre nosotros, nos hace mejores personas. Así que pensamos en centrarnos en
este punto en concreto y resaltar el amor que Jesús nos tiene y que, gracias a
ese amor y a que está con nosotros, vamos a conseguir cambiar o mejorar lo que
necesitamos, empezando en este tiempo.
En todas las aulas hemos tenido el
siguiente mural.
Esto nos ha servido para resaltar
que queríamos ir cambiando con la ayuda de Jesús.
Para llevar a cabo esta idea,
preparamos una dinámica en la que los alumnos iban añadiendo cada día dentro de
una especie de bote de mermelada (el amor a Dios endulza nuestras vidas)
propósitos de “amor” (de amor a Dios) para cada día como los siguientes:
Amar es dar
las gracias a
alguien
|
Amar es
saludar y despedir
con
amabilidad
|
Amar es ceder
el paso
o el asiento
a alguien
|
Amar es
preocuparse
por la salud
de los otros
|
Amar es
perdonar algún daño que me han hecho
|
Amar es
llamar a los abuelos
o rezar por
ellos
|
Amar es
aguantar a alguien
que me es
pesado
sin enfadarme
|
Amar es hacer
un favor a
alguien
sin que lo
sepa
|
Amar es
devolver
algo que me han prestado
|
Amar es
prestar
algo mío a
alguien
|
Amar es
regalar algo mío
a alguien que quiero
|
Amar es
enseñar
a alguien
más pequeño
que yo
|
Amar es
animar
a alguien
más mayor que
yo
|
Amar es
sonreír
a los demás
|
Amar es ser
puntual
en todas mis
citas
|
Amar es dar
buenas
noticias
a los demás
|
Amar es no
gritar a nadie.
|
Amar es
decirle a otro
sus
cualidades buenas
|
Amar es
contarle al otro
las cosas
buenas
que dicen de
él
|
Amar es
recordar
una fecha
importante
para otra
persona
|
Amar es pasar
tiempo con las personas que quieres
|
Amar es
demostrarle
a alguien que
le quiero
|
Amar es dejar
que otro
elija por los dos
|
Amar es
invitar
a lo que al
otro le gusta
|
Amar es
compartir
las aficiones
de otra
persona
|
Amar es
recoger mis cosas
|
Amar es poner
una flor o un detalle a la vista de todos
|
Amar es decir
la verdad con
cariño
|
Amar es
apoyar en sus decisiones al que duda
|
Amar es dar
una limosna
a alguien que
lo necesita
|
Amar es
informarme de cómo van las cosas en lugares pobres
|
Amar es
reciclar para cuidar el medio ambiente
|
Todo esto lo hemos llevado a cabo
hasta el miércoles 9 de abril, porque el 10 y el 11 de abril nos hemos centrado
en el Domingo de Ramos y, el lunes 14 hemos recordado el Jueves Santo; el martes 15, el Viernes Santo y, el miércoles 16, el Sábado y el Domingo de Resurrección.
En las siguientes imágenes
podemos ver un resumen gráfico de las lecturas correspondientes a cada domingo
durante la Cuaresma.
1. Jesús fue tentado, pero es fiel al Padre del cielo
2. Este es mi hijo amado, ¡ESCUCHADLE!
3. Sólo Jesús nos da AGUA VIVA
para que no tengamos más sed
4. ¡Señor quiero ver!
5. Jesús trae la salvación para todas las
personas del mundo
6. Jesús
asume la Ley y los profetas
7. Domingo de Ramos
¡RESURRECCIÓN!
Celebración de Navidad
La Anunciación del Ángel Gabriel, preparó a María, José, Isabel y al pueblo para la venida de Jesús. Nosotros también nos preparamos para la Navidad y os dejamos las ilustraciones de la Anunciación de Jesús de las cuatro semanas de Adviento
Anunciación a María |
Anunciación a José |
Anunciación a Isabel |
Anunciación a los Pastores |
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